Hace muchos años creí que siendo un buen técnico me aseguraría un sueldo con el que pagar las facturas. Y así fue, no lo puedo negar: en mi anterior compañía para la que trabajaba tuve muchas oportunidades de participar en proyectos muy diferentes, ganando con el tiempo experiencia no solo técnica sino también de contacto con el cliente final. Fui aprendiendo que las dinámicas de trabajo y de grupo, el ambiente, la mala gestión del tiempo, etc. afectaban a veces de forma dramática a un buen desarrollo de software. Y también pasé muchísimo tiempo desarrollando software, es decir, acumulé mucha experiencia y muy varidada, por lo que me siento muy afortunado.

Y fueron pasando los años..., y el trabajo seguía igual de exigente con sus momentos de estrés muy duros y asfixiantes, y a medida que pasaba el tiempo en el que sacaba los proyectos con éxito junto con mis compañeros, mi consideración en la empresa era creo que buena, o sea, que estaba bien considerado y me gané de algún modo la confianza de mis colegas y jefes, al menos de casi todos.

Cuando me quise dar cuenta, puesto que me etiquetaron en la categoría de "tipo que saca las cosas adelante", fui encontrando barreras ya no solo para cambiar de proyecto o departamento, también para ascender, porque, lamentablemente, esa era la única forma de pasar al siguiente nivel económico, al menos en la cultura empresarial predominante en mi país. De algún modo, me encasillaron como imprescindible en algunas áreas y de ahí no me querían sacar. Es decir, la gente no me quería quitar de donde estaba porque era suficientemente bueno en ello y, paradójicamente, esto me bloqueaba para desarrollar más mi carrera profesional.

No estoy hablando de relucientes compañías de Sillicon Valley financiadas con capital riesgo tirando la casa por la ventana en donde un desarrollador (según he leído) puede llegar a ganar al año cifras de seis ceros. Estoy hablando de un momento previo a la crisis del 2008 en el que un ingeniero informático con titulación universitaria dedicado al desarrollo de software tampoco era pagado con una cifra extraordinaria; se puede vivir de eso, claro, pero lo lógico es que con el tiempo quieras avanzar más económicamente, al menos algo, digo yo.

Esta es una realidad incómoda: es difícil prosperar mucho económicamente dedicándote exclusivamente al desarrollo de software, menos todavía dentro de una compañía. Por muy bueno que seas, lo vas a tener difícil si tu objetivo es ganar mucha más pasta, me temo. No digo que sea imposible, pero sí afirmo que es improbable.

Y, paradójicamente, la economía digital nos asegura trabajo, pero no así un magnífico salario; al menos en mi país, y a pesar de la crisis, es relativamente fácil poder vivir trabajando como desarrollador, técnico IT, analista, etc. Pero..., a ver, a medida que vas cumpliendo años, la escala laboral y salarial van divergiendo, o sea, que cada año que pasa aumenta la sensación de que estás bloqueado, cuando no atascado, en el tema económico. Y esto es lo que hay. No tengo más que ver a conocidos de más de cuarenta años de edad que siguen realizando tareas de desarrollo principalmente, igual que hace diez años y están, prácticamente, en el mismo sitio. Técnicos excelentes, pero una cuenta bancaria estancada. Según tus inquietudes, esto ni te lo planteas, pero me consta que a todo el mundo le gustaría ganar más.

Y no digo que sea malo, ni mucho menos, pero si tu objetivo es prosperar mucho económicamente, entonces ser un profesional muy pero que muy bueno no te asegura nada, con todas las excepciones que puedan haber.

Y, sin embargo, nunca ha sido más fácil contar con más de una fuente de ingresos, tener tus propios productos que vendes globalmente y desarrollar una idea con muy bajo presupuesto, tal y como recoge este libro que gustó mucho: 100€ startup.

Nunca fue más fácil obtener ingresos que en la economía digital, y quienes estamos más cerca a ella por nuestra profesión, tenemos, por tanto, una barrera de entrada mucho más estrecha y accesible.

¿Alternativas?

Aquí van algunas ideas si quieres examinar algunos caminos interesantes:

  • Montar tus propios micronegocios más o menos relacionados con las actividades que conoces bien y que además te gustan.
  • Pensar en no trabajar por horas, sino a comisión o por resultados. ¿Es mejor cobrar 100€ más al mes o poseer el 20% de "algo" que se puede vender miles de veces?
  • Desarrollar una idea propia de negocio y encontrar el entorno adecuado para desarrollarla.
  • Escribir libros y cobrar royalties sobre temas técnicos que conoces bien.
  • Crear video cursos y ofrecerlos en portales como Teachable.
  • Ofrecer servicios a través de portales como Fiverr para acaparar encargos frecuentes.
  • Publicar en GitHub un buen proyecto por el que puedas cobrar por una licencia comercial o por horas de soporte, como OrmLite o Picly.io.
  • Seguir los pasos de libros como Start Small, Stay Small

Y, nos guste o no, cualquier actividad de los puntos anteriores implica pasar parte de tu tiempo ajeno a tareas exclusivamente ténicas; para ello tendrás que trabajar directamente con clientes, mejorar tu comunicación, aprenderás que el marketing y la promoción son temas imprescindibles, del mismo modo que desarrollar un negocio, aunque sea pequeño, también te va a llevar a aprender a gestionar equipos y hasta tener cierta cultura financiera, laboral y contable.

Jo.

A menudo me encuentro con la necesidad de evaluar posibles proyectos en los que se hace una apreciación muy ingenua de la dificultad y esfuerzo que cuestan desarrollar ciertas cosas.

Estamos en un momento en que cada día aparecen nuevas apps, nuevos servicios, otros cierran y los medios de comunicación muestran continuamente el éxito millonario de la startup de moda.

Sin embargo, se obvia el enorme esfuerzo y la extraordinaria complejidad que hay detrás de cualquier aplicación que medio funcione, a nivel empresarial, organizativo y financiero.

Hay tres compañías que me gustan mucho y que sigo desde hace tiempo: Doodle, Etsy y Cloudinary.

Por si no los conoces, Doodle es una startup alemana cuya aplicación facilita la creación de eventos, tanto personales como corporativos.

Por su parte, Etsy comenzó hace muchos años cuando solo unos pocos hablaban de economía colaborativa; es un portal que permite vender a artesanos de todo el mundo sus productos a cualquier cliente que se encuentre en cualquier parte. Tú haces el producto, ellos se encargan de mostrarlo y de solucionar la logística de pagos y de transporte hasta el cliente que lo compra. Conozco a gente cercana que se gana su dinerillo con Etsy. Para mí un ejemplo a seguir por ese sesgo que tiene de favorecer la economía colaborativa.

Y, por su parte, Cloudinary es un servicio que montaron unos desarrolladores hartos de tener que tratar continuamente con el problema de la gestión de imágenes en sus proyectos. Ofrecen un servicio por el que una aplicación sube las imágenes que utiliza y Cloudinary se encarga de ofrecer mediante una sintaxis basada en la url de devolverla manipulada según tus necesidades, entre otras cosas, actuando también con CDN.

Tres servicios, en mi opinión, muy útiles y hasta ahora con éxito.

Doodle logo
Etsy logo
Cloudinary logo

Pero, ¿qué tienen en común y por qué estoy hablando de ellos?

Lo que no se aprecia es que detrás de esos servicios no hay dos frikies trabajando en un garaje hasta las tantas de la noche para hacerlos funcionar, sino equipos con un montón de personas para que todo siga en marcha. Y no hablo solo de perfiles técnicos (front-end developers, Q&A engineers, etc.), sino también accounts managers, CEOs, marketing & community managers, etc.

En concreto, en los siguientes enlaces se puede ver algo de información sobre los equipos de Doodle, Etsy y Cloudinary:

  • El equipo de Doodle está compuesto de más de treinta personas, con roles que van desde product managers, hasta ingenieros iOS juniors.
  • ¿Cuántas personas crees que trabajan y permiten hacer que funcione Etsy? Échale un vistazo a la web, a sus servicios. Pues bien, más de cien personas colaboran para hacer posible que una idea como Etsy.com funcione en todo el mundo.
  • Cloudinary ha sido para mí una gran fuente de inspiración, porque ya hace años me di cuenta de lo recurrente que es en los proyectos la gestión de las imágenes. Ellos lo han resuelto de una forma extraordinaria, ofreciendo un servicio de alojamiento y de CDN genial. Unas sesenta personas dan vida a Cloudinary, nada más y nada menos.

Hace un tiempo oí quejarse a alguien que usaba los cupones de Groupon por el tipo de comisión que se llevaban... Esta persona me decía que "total, eso es una web y ya está". Pues sí, ves el servicio en forma de web y también como aplicación móvil en el mejor de los casos, pero detrás existe una infraestructura software y hardware que le permite funcionar en todo el mundo, con legislaciones diferentes, distintos idiomas, una enorme cantidad de datos a tratar, etc.

De modo que cuando me tengo que encargar de evaluar una de esas propuestas felices que pretenden hacer rico a más de uno en dos días, simplemente, sonrío y me armo de paciencia.

Green Kiwi GamesGreen Kiwi Games © es un proyecto en el que he ido trabajando muy poco a poco en los últimos meses y que constituye lo que se llama un producto mínimo viable (MVP), esto es, un producto o proyecto que muestra la esencia de algo y que se expone para validar su propuesta de valor (o sea, si a la gente le resulta útil o no).

Si una cosa he aprendido en los últimos diez años, y no exagero, es que tu día a día como profesional termina reduciendo tus habilidades a un conjunto de tecnologías, las que usas lógicamente en la compañía para la que trabajas. Y esto no es bueno más aún cuando el cambio en nuestra profesión es vertiginoso. No obstante, en tecnología en general y en software en particular, las posibilidades son tremendas y la cantidad de tecnologías consolidadas y stacks maduros que existen te obligan a tener que estar al día si en unos años no quieres estar más obsoleto que el T-800 de Terminator.

Pues bien, Green Kiwi Games ha sido para mí la forma de profundizar en el stack MySql+Express+AngularJS+Nodejs (lo que se suele llamar MEAN, pero en esta ocasión sin MongoDB...).

Ya he hablado en alguna ocasión brevemente sobre cómo enfocar proyectos de emprendimiento desde el punto de vista del software, campo en el que he tenido mis éxitos pero también mis fracasos. Es un tema muy amplio y lamentablemente muchos proyectos fallan no por falta de una idea que pueda funcionar, sino por la ejecución del mismo proyecto y falta de disciplina para llevarlo a cabo en el tiempo. Buena ejecución, tenacidad y disciplina en el trabajo, esta es la receta en mi opinión.

En cualquier caso, todo parte de una idea que termina siendo lo que nos anima a seguir adelante porque de algún modo creemos en ella. Ahora bien, ¿cómo saber si los demás también la ven útil? Desde luego no es contándola, sino creando algo que lo muestre, algo que se pueda tocar y evaluar. De ahí lo del producto mínimo.

Pero, ¿cómo surgió la idea y qué es Green Kiwi Games? Pues bien, hace un tiempo me encontré con ciertas personas que hacían por su cuenta juegos de cartas, pero con un esfuerzo tremendo al no dominar ninguna herramienta informática y de forma totalmente manual. ¿Por qué no habilitar una web en donde el usuario subiera las imágenes y que la aplicación web se encargara de generar un pdf con las cartas listo para impresión? Sencillo, nada de otro mundo. Una idea, para ser buena, se tiene que poder explicar con muy pocas palabras. La innovación no trata de generar productos cercanos a la ciencia ficción, en cosas sencillas y banales se puede innovar también; es más, la mayor parte de la innovación pertenece a este último grupo. Tendemos a mitificar la innovación.

Eso es Green Kiwi Games, un sencillo portal que le permite a un usuario crear juegos de cartas de manera muy fácil, casi a golpe de clic. En un mundo en el que va dominando el do-it-yourself, descubrí auténticas comunidades dedicadas a hacer juegos de cartas personales y de distribución fuera de los canales habituales comerciales.

Si embargo, no hay dos sin tres, de modo que aproveché este mini proyecto para meterme de lleno en tecnologías que me apasionan, de modo que puedo decir que he pasado por todos los elementos que debe dominar un full-stack-developer y que describo a continuación.

Muy brevemente resumo todas las piezas que he ido utilizando, al menos las más relevantes:

  • Por supuesto NodeJS. He sufrido en el camino el cambio producido con la integración por fin de io.js y la creación de la Node.js Foundation, magnífica noticia para quienes amamos este entorno.
  • Express para la construcción de la infraestructura de la web con infinidad de módulos relacionados y bien integrados.
  • AngularJS para el front-end.
  • Muchísimas pruebas unitarias con Mocha para su ejecución y Chai como librería de aserciones.
  • Lodash que me ha salvado la vida para construir código más legible. Impresionante el trabajo de la gente de esta librería.
  • FabricJS tanto en el front-end como en el back-end para la construcción de las cartas.
  • ImageMagick para el tratamiento de imágenes.
  • Redis para el mantenimiento de las sesiones de usuario así como para almacenar ahí información útil y relevante y no abusar de la base de datos.
  • S3 de Amazon para el almacenamiento masivo de las imágenes y pdfs finales.
  • wkhtmltopdf para la construcción de los pdfs con las cartas construidas.
  • Grunt como gestor de tareas para la construcción del proyecto de cara a su despliegue.
  • Despliegue en DigitalOcean con nginx con un certificado adquirido desde Namecheap.
  • Y muchíisimos más paquetes y librerías.

Del mismo modo, este proyecto me ha permitido adentrarme en todo lo relacionado sobre rendimiento y seguridad web, tema fascinante y que dejan muy de lado muchos desarrolladores de aplicaciones web y con un enorme campo comercial por delante: optimización de todos los assets del proyecto, carga retrasada de imágenes sólo si se muestran en el navegador, minificación de ficheros, optimizaciones en javascript, reducción del número de requests, seguridad frente a los ataques más comunes, etc. Este tema me gusta muchísimo y de hecho estoy escribiendo unos cuadernos prácticos de cara a su publicación en 2016.

¿Y ahora qué? Realmente es después de crear el producto mínimo viable cuando se abren todas las posibilidades: el MVP es un primer paso con el que validas cualquier idea, después hay que recibir todo el feedback posible para mejorarla, pivotar sobre algunos conceptos o bien tirar la idea a la basura y a otra cosa. Esto es así, aunque lo bueno es que podemos probar ideas con una metodología sin reinventar la rueda continuamente y sin dedicar demasiado esfuerzo en ello.

Mi interés fundamental con Green Kiwi Games es ayudar a esa comunidad de creadores de juegos de cartas a realizardos y fomentar esa actividad. También conocer desde dentro la construcción de un proyecto real con esas tecnologías y no quedarme en sencillos artículos que te muestran sólo la punta del iceberg. Sobre todo, conocer de primera mano cómo se debe construir un proyecto de esta naturaleza para su escalabilidad futura en caso de tener miles de usuarios.

Si quieres conocer una tecnología, la mejor forma es construir un proyecto real con ella.

Para la idea esencial me he centrado en lo que considerado importante, no obstante, los próximos pasos serán:

  • Hacer la web responsiva. Ya sé que existe el enfoque mobile-first pero para avanzar hacia el MVP lo descarté en un principio.
  • Añadir características muy poco a poco según el feedback recibido. Me gusta en enfoque de Accuradio: si usas a menudo su servicio para escuchar las maravillosas compilaciones de música que hacen, te darás cuenta de que poco a poco van agregando pequeños detalles y mejoras, muy sutilmente.
  • Si el proyecto despega, lógicamente habrá que prepararlo para su explotación comercial con un modelo de negocio que lo haga sostenible, para lo que contaré sin duda con la empresa para la que trabajo. Para esto hay gurús que opinan que el proyecto debería generar ingresos desde un primer momento, aunque este es un proyecto personal con el que sencillamente me relajo trabajando en cosas que me gustan. Si el proyecto o su futura evolución funciona, los ingresos llegarán de un modo u otro.

Si una cosa importante he aprendido con Green Kiwi Games, es el poder de las pequeñas tareas mantenidas en el tiempo: pequeños ratos, unas horas los fines de semana, lecturas en el baño de artículos relacionados (...), en fin, cualquier momento es bueno, al cabo del tiempo, has acumulado cientos de minitareas que terminan generando un proyecto con cierta madurez y listo para su publicación. La satisfacción de hacer un despliegue final a disposición de todo el mundo es casi adictiva.

Yo insisto siempre en lo siguiente: si trabajas para una empresa, la mejora forma de mejorar tu trabajo y convertirte en intraemprendedor es crear proyectos personales en areas que no tocas frecuentemente. Las habilidades que aprendes en estos últimos terminan volcándose en tu día a día en la compañía para la que trabajas, así que todos ganan.

Uno o dos proyectos personales al año al margen de los que ocupan tu dedicación profesional si es que trabajas para una compañía: ese es siempre mi objetivo y paradójicamente, eso me ha permitido mejorar mi trabajo en la empresa sustancialmente.

Ahora mismo se está viviendo una auténtica ola sobre el emprendimiento en mi país; no sé si en otros lugares está sucediento lo mismo. Lo que debería ser una actitud que se les enseña a los niños desde parvulario, ahora parece que lo estamos aprendiendo a marchas forzadas (por la urgencia de la crisis económica y financiera que llevamos arrastrando desde hace tiempo).

Revistas y publicaciones, programas de radio y televisión, másters y mucho libro de autoayuda para el desarrollo personal y coaching así como programas de apoyo al emprendedor están ahora por todos sitios.

Para mí todo esto es bueno porque supone que dejamos de pensar que los demás nos van a dar un trabajo y tomamos la responsabilidad de pensar por nosotros mismos, lo que en algunos círculos llaman el empoderamiento personal. Esta misma actitud es también muy positiva como empleado de una compañía, lo que se llama intraemprendedor, es decir, aquella persona que trabajando en una empresa innova o aporta ideas desde su ámbito de responsabilidad manteniendo una actitud proactiva continuamente, con él mismo y con todo lo que le rodea.

Los desarrolladores de software quizá tengamos más facilidades que otros profesionales para emprender en un momento en que todo el mundo mira a Internet y el paradigma económico impulsa la eficiencia y el uso masivo de dispositivos siempre conectados. De ahí que muchos desarrolladores tengan continuamente ideas que poner en marcha con las que intentar emprender un proyecto empresarial.

Programar bien y dominar tecnológicamente ciertas plataformas, no tiene nada que ver con emprender un buen proyecto que funcione comercialmente. Para esto hacen falta muchas otras habilidades que, por supuesto, se pueden aprender.

Lo que no es nada bueno es que se ignoren todas esas habilidades y conocimientos necesarios para montar comercialmente un proyecto. Me preguntaron no hace mucho qué pensaba yo al respecto y cuáles podrían ser los primeros pasos para pasar de la idea al producto, de modo que en esta ocasión me voy a extender un poco más de lo habitual y aportar mi granito de arena para al menos indicar todo lo que hay que tener en cuenta.

Hay cientos de libros, seminarios, cursos y hasta másters que cubren este tema, que, además, evoluciona igual que las tecnologías software. Por tanto, este post viene a ser algo así como una introducción acelerada al emprendimiento con proyectos software.

Por su extensión, he dividido este trabajo en las siguientes secciones.

De la idea al proyecto

En cierta medida, emprender es probar si lo que tienes en mente puede funcionar o no y encontrar un mercado para esa idea o producto. Si de lo que se trata es de probar algo y según los resultados obtenidos, evolucionarlo tantas veces como sea necesario, entonces todo esto huele un poco a ágil y a lean, a iterar sobre algo hasta conseguir un buen resultado.

Muchas veces los errores son grandes maestros. Allá por el 2008 tuve mi primer contacto con un proyecto y una idea emprendedora que fue un auténtico desastre a los pocos meses; la razón es que confundimos la idea con su realización, la amistad con un relación de compromiso en un proyecto común y, por supuesto, una ignorancia total sobre cómo darle cuerpo empresarial a lo que queríamos desarrollar, entre otros muchos errores... Ese primer proyecto fracasado lo recuerdo con cariño por todo lo que me enseñó; también es cierto que ahora se hace mucha apología del fracaso como herramienta de aprendizaje. Digo yo que en un punto intermedio entre la indolencia y el no fustigarnos al tropezar estará la virtud.

En cualquier caso, desde entonces han pasado muy cerca mía multitud de proyectos de conocidos, charlas en eventos sobre modelos de innovación y muchas, muchísimas lecturas al respecto. Igualmente proyectos personales con mayor o menor éxito.

Si estás pensando en poner en marcha una idea que implica el desarrollo de cualquier tipo de software me gustaría decirte que el desarrollo del mismo es tan sólo el centro de un universo de variables y tareas que hay que hacer bien, relacionadas o no con el software pero que sin ese universo tu idea no llegará a ninguna parte, me temo.

Como desarrolladores nos gusta dedicar gran parte de nuestro tiempo programando, creando artefactos que hacen algo, pero si desarrollamos un proyecto emprendedor basado en software, entonces no podemos ignorar dotarle de la estructura emprendedora correcta. Y, por supuesto, estar dispuesto a gastarte algunos eurillos... Esa coletilla de comenzaron sin nada es sólo un mito urbano que pudo funcionar para algún visionario pero de ninguna manera es lo general. No entiendo cómo alguien que dice creer en su idea después no es capaz de invertir en ella algo de dinero.

Veamos cuáles son esas piezas fundamentales en las que casi ningún emprendedor de software ilusionado apenas repara y ni le da importancia y, sobre todo, cómo algunas decisiones desde el punto de vista del software son fundamentales.

La idea, por evidente que parezca decirlo, sólo existe en la cabeza

¡Qué sorpresa! En otras palabras, lo que quiero decir es que si esa idea no sale de la cabeza cobrando vida mediante la acción, ahí quedará, como un ente mental sin valor. Para la mayoría de la gente, las ideas se quedan ahí dentro, sólo para unos pocos la idea es lo suficientemente fuerte para pasar a la acción.

En multitud de ocasiones pensamos idílicamente en un proyecto maravilloso, único, que podría funcionar, es decir, generar usuarios y clientes y por tanto, ingresos. Entonces hacemos planes de cómo hacer esto o aquello, sobre qué tecnologías usar (a menudo son siempre las que más conocemos), las posibilidades que se podrían abrir y un largo etcétera. 

En ocasiones, también, estas maravillosas ideas no son más que quimeras mentales para huir de una realidad personal o laboral que no te gusta. Esto lo he visto hasta la saciedad.

Si eres un iluso, quédate en el mundo de las ideas, pero sólo las que inducen a la acción, al trabajo y al esfuerzo, saldrán adelante.

No hace falta inventar un proyecto maravilloso y totalmente innovador: muchas veces, propuestas que parecen triviales y hasta aburridas son las que encuentran un mercado y una viabilidad.

En mi opinión existen dos momentos claves para pasar de esta fase (llamémosla de la idea al proyecto). La primera es sentarse tranquilamente a poner por escrito una descripción clara del proyecto, su misión, sus expectativas, etc. Poner por escrito todo lo que tenemos en la cabeza tiene un valor incalculable por la sencilla razón de que te obliga a definir cosas que hasta ese momento sólo eran entelequias un poco vagas. Muchas ideas no pasan de esta prueba...

Existen técnicas para pasar al papel una idea de proyecto, como la técnica del canvas (o lienzo), con herramientas online que te ayudan a su definición, como Canvanizer. Del mismo modo, los mapas mentales también ayudan en esta fase.

El segundo momento, si es que se ha superado el primero, es adquirir un compromiso con uno mismo. Ningún proyecto incipiente se va a desarrollar si antes no nos comprometemos personalmente con él, esto es, no nos comprometemos a sacar tiempo extra (quitándonos tiempo de ocio, de fines de semana, etc.). Sólo cuando hay compromiso personal es cuando se llega a algo. Lo sorprendente es que cuando crees en algo, no hay esfuerzo que valga, ya que estás deseando dedicarle tiempo.

Al menos eso funciona para mí: cuando hemos terminado una fase de un proyecto a tiempo, o realizado cualquier proyecto personal sea del tipo que sea, la mayor satisfacción me la produce el haber cumplido con un compromiso personal previo autoimpuesto.

El Arte de EmpezarSi este paso a la acción te cuesta trabajo necesitas urgentemente El Arte de Empezar de Guy Kawasaki.

Hay que validar la idea

Me gusta el enfoque lean en la realización de proyectos, sobre todo si son proyectos basados en software que viven en un mundo acelerado en donde los paradigmas cambian tan rápido. Lo que triunfa ahora es la disrupción. 

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