Haciendo retrospectivas
Un artículo de Rafa G. Blanes
Yo creo en la mejora continua en lo profesional, en lo personal y me atrevo a decir que también hasta en lo espiritual, y además creo que no es posible alcanzar ninguna perfección utópica, pero que ésta sirve precisamente para indicarnos la dirección que debemos seguir en cada momento, aunque el camino no sea nunca en línea recta.
Hay una definición de mejorar que consiste en poner el foco en reconocer los errores y aprender de ellos para que no se vuelvan a repetir. Cuando una persona comete el mismo error varias veces, es síntoma de testarudez. De ese modo, los defectos cometidos en el primer proyecto no se repetirán en el segundo, aquellos, junto con los del segundo, limpiarán el camino del tercero, etc, de modo que con el tiempo vas acumulando una experiencia de un valor difícil de calcular. Desconfío de la gente que aparenta no equivocarse nunca.
El problema está en la actitud: muchos entornos castigan el error, de modo que, si se produce, se trata de ocultar de la forma que sea; muchas personas personalizan en sí mismas cuando cometen un error, en lugar de verlo como una magnífica oportunidad para aprender algo nuevo y ganar valor como profesional. Tampoco vamos a dar saltos de alegría cuando la fastidiamos, vaya; lo que quiero decir es que siempre hay algo que aprender.
Para mí hay una verdad irrefutable: el que nunca se equivoca, es que siempre está haciendo lo mismo, y ya sabemos que para progresar siempre hay que estar más bien situado fuera de tu zona de confort que permanentemente dentro.
Realizar retrospectivas es una de las herramientas que conozco más útiles para mejorar y aprender, en todas las áreas, pero sobre todo en aquellos asuntos que no han ido tan bien como se esperaba. Hacerlas, constituye una oportunidad maravillosa que nos regala la vida para mejorar (a coste cero).
Desde Solid Stack, hemos cerrado hace unos meses un importante proyecto que costó muchísimo tiempo y esfuerzo terminar por diversas razones. Esta misma semana hemos hecho una retrospectiva para evitar repetir aquello que no hicimos bien (y evitar de paso que los errores y problemas de terceras compañías nos arrastren con ellos).
Es más, yo hago retrospectivas cada vez que termino algo de cierta importancia, por eso creo que este trabajo, que no deja de ser instrospectivo en el que hay que ser muy sincero, me sirvió para que mi segundo libro técnico (El Libro Práctico del Programador Ágil) lo desarrollara de una forma más fluida y eficiente que el primero (El Libro Negro del Programador, número 1 en Amazon en su categoría), y el último mejor que el segundo (El Método Lean MP).
En una retrospectiva, tanto si la haces tú mismo cuando te tomas en un café sentado en la terraza de tu cafetería preferida con tan solo un cuaderno y un bolígrafo, como si la haces en un contexto más amplio con compañeros, debería:
- Permitir que todas las personas involucradas hablen abiertamente de lo que han percibido que se ha hecho mal.
- Nunca culpabilizar a nadie (esto solo sirve para ocultar futuros errores).
- Identificar claramente qué no funcionó del todo bien.
- Plantear soluciones claras y nuevas estrategias para evitar los mismos problemas en el futuro.
- Ser sinceros y humildes, lo que permitirá sacar los temas claramente y analizarlos mejor.
- Aprender sobre cómo establecer anticipadamente las bases para evitar que surjan.
- También, describir lo que sí funcionó muy bien para reforzarlo en otras ocasiones.
Volviendo al proyecto del que hablaba antes, hemos estado todos de acuerdo en que dejamos que el cliente abusara muchísimo del teléfono y tirara de él en cualquier momento (creando innumerables interrupciones enervantes), algunos elementos se especificaban por correo (abunsando también de esa herramienta y sin cultura de documento consensuado entre las partes), nos implicamos en responsabilidades que, claramente, no eran las del equipo, etc.
Una reunión de un par de horas donde salen a relucir todos estos temas tiene también algo de catarsis, sobre todo para las personas que hemos podido sentir un pico de estrés en algunos momentos. Identificando con claridad lo que no funcionó bien, ganamos una base de experiencia importante que nos impedirá entrar en las mismas dinámicas en el futuro.
Pero no todo va del mal rollo de recordar lo que nos estuvo fastidiando un tiempo: en la retrospectiva también se puede reconocer lo que sí ha funcionado muy bien, para así fortalecerlo y tenerlo aún más presente en el futuro. Por poner en un ejemplo, en mi último libro, he respetado completamente la fase de redacción hasta terminar los contenidos de un primer borrador (sin echarle demasiada cuenta a la corrección y hasta la expresividad), de modo que en fases posteriores sí he entrado de lleno en el proceso de corregir y revisar (hace años, confundía las fases de redacción y revisión, y mientras escribía contenido nuevo, también corregía y revisaba, lo que es un error).
Al menos en mi país, hay cierta cultura de ocultar el error (y de personalizarlo), cuando éste no es más que el indicativo de que hay algo que aún no hemos aprendido, punto. Aunque tampoco creo que sea bueno ensalzarlo, sí puedo decir que los mejores profesionales no son solo aquellos que se han permitido la libertad de equivocarse más (cuando te has equivocado mucho, significa también que has trabajado en temas más diversos y amplios), sino también que han tenido la humildad de reconocer los problemas y aprender de ellos.
Detrás de un éxito, pequeño o grande, siempre hay muchos errores superados.