Me gusta aplicar conceptos de desarrollo personal y coaching a mi trabajo como desarrollador de software y director del departamento que dirijo.
O pasamos tiempo teorizando, divagando y leyendo sobre esto y aquello (y seguramente llenando la cabeza de mucha información), o bien intentamos integrar en la acción todo eso, en el día a día, en las cosas que realizamos; si no lo hacemos así, en mi opinión perdemos el tiempo a no ser que te tomes esa avalancha de información como simple ocio: puedes leer un libro magnífico de lo que sea, no sé, como este en el que estoy ahora enfrascado sobre metodología lean en experiencias de usuario, pero si no aplicas lo que lees, no llegarás nunca a ningún tipo de conocimiento.
El conocimiento surje de aplicar lo que has aprendido. Generalmente confundimos verdadero conocimiento (experiencia) con una saturación total de información que nos impide realmente centrarnos y profundizar en nada.
Me temo que pasamos demasiado tiempo llenando la taza de información inútil y muy poco tiempo consiguiendo ese verdadero conocimiento que es el que nos resulta útil y práctico para hacer cosas. Yo siempre lo digo, no nos pagan para aprender cosas, tarea, por otra parte, infinita, sino por hacer cosas. Hay que leer, asistir a cursos y seminarios, claro, pero eso no basta; hay que aplicar en proyectos, sean profesionales o personales, todo eso para realmente adquirir ese conocimiento y experiencia.
Me encanta la teoría de la última milla: alguien que practica jogging y que quiere superarse cada vez más, conseguir mayores distancias, no lo consigue de un día para otro, sino paulatinamente; una vez has alcanzado la distancia que te has propuesto, no pares ahí, sigue, continúa aunque sean quinientos metros más o un kilómetro. En otras palabras, cuando ya has conseguido el objetivo que te has propuesto, continúa un poco más.
Ese poco más es el que te diferencia del resto, de los demás, de la competencia, y es lo que te permitirá superar tus limitaciones personales.
La excelencia o el trabajo bien hecho no consiste en un único aspecto que hay que cuidar, sino en todo lo que conlleva ese trabajo, desde la documentación, la calidad de las pruebas, incluso la calidad de las noticias en la web que hablan de ese proyecto. Como leí una vez, "como haces algo, así lo haces todo".
¿Cómo podemos aplicar la teoría de la última milla en nuestro trabajo como desarrolladores o en nuestro día a día laboral?
A continuación sugiero algunas de las cosas que yo hago, que no es que las haya leído y ahora me sirva para escribir esto o quedar bien con mis amigos o los clientes a los que intentamos vender algo, no, es lo que practico casi a diario desde hace años.
Puedes aplicar la teoría de la última milla cuando:
- Terminas de escribir un sencillo correo y antes de enviar te paras un momento a repasarlo; seguramente encuentres alguna expresión a mejorar y alguna falta de ortografía. Para mí esos detalles son importantes porque el destinatario se va a sentir importante si lee un contenido bien desarrollado o ninguneado si percibe que has escrito deprisa sin ninguna atención a los detalles. Hacer esa revisión te puede llevar menos de un minuto. Odio esos correos rápidos, llenos de faltas y que hay que leer dos veces para enterarte qué quiere decir.
- Has terminado el conjunto de pruebas que tenías previsto para comprobar cierta funcionalidad; antes de hacer el commit, el check-in o lo que sea, seguro que puedes dedicar treinta segundos a buscar un nuevo caso de prueba o ese pequeño refactoring que mejora la calidad de esas pruebas.
- Estás incluyendo las historias de usuario que se van a implementar en un próximo sprint de trabajo. Antes de darlas por concluidas, seguro que al repasarlas se podrán describir algo mejor, aunque sólo sea un poco.
- No hace mucho tuve que realizar una nota informativa de uno de nuestros productos para nuestros clientes; después de darla por finalizada, la llegué a leer hasta tres veces. En cada pasada siempre encontraba alguna expresión que mejorar o alguna pequeña errata. Estas revisiones no me llavaron toda una mañana, ni mucho menos, sino unos escasos quince minutos.
Este tipo de detalles que en sí mismos parecen insignificates por que por lo general te llevan muy poco tiempo, al cabo de la semana o del mes son muchos, cientos, de modo que se terminan acumulando y marcando realmente una diferencia en todo lo que haces.
¿Alguna vez has pensado en algo que no sabes muy bien por qué pero parece como más profesional? Seguramente sus creadores hayan incorporado la teoría de la última milla como un hábito en su día a día, de modo que de manera casi imperceptible, su trabajo alcanza un nivel mayor de calidad.
Ese hábito de llegar un poco más allá no te va a proteger de cometer errores o de entregar algo cutre en alguna ocasión, pero desde luego nos sirve para cometer menos pifias y mejorar la calidad de todo lo que hacemos.