No son solo libros, también productos
Un artículo de Rafa G. Blanes
En alguna ocasión he hablado en mi web acerca de la diferencia entre crear productos y desarrollar proyectos, a nivel de implementación software. Del mismo modo, encuentro muchas similitudes entre crear un producto software y escribir un libro, aunque pueda sonar extraño en un principio, sobre todo ahora que acabo de lanzar un tercer trabajo de no ficción (El Método Lean MP).
Por alguna razón, se cree que escribir un libro es un trabajo cuya naturaleza escapa a la dinámica habitual de desarrollar cualquier otro tipo de actividades creativas (y de productos). Sea de ficción o no, hay quien le asigna a esa actividad de escribir un carácter especial sacado de la inspiración y la habilidad del autor con el manejo del lenguaje, recursos estilísticos y literarios o la capacidad de contar de forma simple y sencilla conceptos más bien complejos. Y sí, algo de esto debe haber, pero es del todo insuficiente, aunque siempre podemos encontrar ejemplos de libros con contenido muy interesante pero extraordinariamente mal escritos y también podemos encontrar lo contrario. Hay mucho más alrededor del desarrollo de un libro hasta llegar a su publicación final.
Cuando decimos que "he escrito un libro", a uno se le viene a la mente que te has sentado más o menos horas, y te has puesto a eso... escribir, con tu bolígrafro favorito y un cuaderno (a mí me gusta mucho seguir escribiendo a mano) o bien con el portátil. Escribir, por tanto, parece que es la actividad principal cuando dices que estás trabajando en un nuevo libro. Del mismo modo, cuando decimos que programamos un nuevo producto, pensamos que pasamos la mayor parte del tiempo... escribiendo código.
Y nada más lejos de la realidad.
Escribir, al igual que al desarrollar un producto de cualquier tipo, tiene también un proceso, en el que las ideas y la creatividad que terminan plasmando algo por escrito, es tan solo una parte. Esto es, un libro no se escribe, sino que es un proyecto que se desarrolla en el que una parte de él, solo una parte, sí consiste en escribir las páginas necesarias para transmitir la idea, el mensaje, el conocimiento o la historia que quieres introducir en la mente del lector.
¿Y cuánto ocupa esa parte de escribir? Yo no lo he medido con exactitud cuando he trabajado en alguno de los cinco libros que tengo hasta ahora publicados, pero sí puedo afirmar sin equivocarme, que menos de la mitad del tiempo que he dedicado a ellos, lo he dedicado a escribir el contenido.
Si lo miramos detenidamente, lejos de esa idea algo bohemia de un escritor encerrado en una buhardilla una tarde lluviosa de otoño esperando que le llegue la inspiración, el crear un libro tiene más parecido a construir un producto que a cualquier otra cosa, con la diferencia de que se le da cierto respeto cultural a quien lo publica.
Puede haber más creatividad (y arte) en un producto cualquiera que en muchos libros, y también pasa al revés, aunque esa pátina de respeto siempre la tiene ganada de antemano el escritor y su obra, y lo que digo es que producir un anuncio televisivo puede ser un trabajo mucho más creativo que lanzar muchos de los libros de consumo que inundan las estanterías de las librerías (y de Amazon, por poner un ejemplo). Pero vale, ya sabemos que no se paga por la creatividad, sino por el valor que el consumidor percibe en lo que compra.
Al igual que cualquier producto, el libro tiene como única finalidad aportar algún tipo de valor al que lo lee (nuevos conocimientos, asentar y consolidar los que ya se tienen, obtener nuevos puntos de vista o puro y sencillo entretenimiento).
Del mismo modo, un buen producto avala y confirma la profesionalidad de su creador (o del equipo que lo ha desarrollado); un libro también sirve para posicionarte mejor profesionalmente; de hecho, si quieres destacar como profesional, escribir un bueno libro sobre tu sector puede ser una gran palanca en tu carrera.
Cuando comienzas a trabajar en el proyecto de un libro, tienes unos objetivos en mente: económicos, de reputación, mejorar la rentabilidad de los anteriores complementándolos o cualquier otra cosa que se te ocurra (como también incrementar la vanidad del autor, que hay de todo). Se lanza un producto al mercado para venderlo, no hay más, ¿y cómo? Solucionando un problema de los consumidores y aportándoles algún valor. En el caso de un libro, el valor que aporta son nuevos conocimientos, entretenimiento o profundización cultural.
Un producto no se hace en dos días, ni siquiera todas las fases de trabajo que terminan produciéndolo suponen trabajar "en" él. Es decir, un producto se desarrolla siguiendo algún tipo de metodología. Lo mismo ocurre cuando trabajas creando un libro: parte del tiempo lo pasas escribriendo pero la mayor parte del tiempo la vas a pasar en otro tipo de actividades ordenadas en algún tipo de metodología (aunque habrá quien lo haga sin ésta y sin un orden claro en las tareas), como por ejemplo: plantear la estructura del libro, investigar escenarios, documentarse sobre hechos históricos, caracterizar los personajes, sus contenidos, desarrollarlos, encargar una portada, maquetar el libro, publicarlo, etc.
Pero es que todavía hay más paralelismos: nunca se lanza la primera versión de un producto tal y como esté, siempre se le da algunas vueltas hasta conseguir la madurez necesaria hasta que esté listo para su lanzamiento en el mercado.
Del mismo modo, cuando terminas una primera versión a modo de borrador del libro, es cuando comienza el trabajo más duro, que es el de corregir y revisar. En esta fase, se produce una auténtica lucha sicológica porque, como autor, quieres ver terminado el trabajo cuanto antes, y seguramente disfrutes más escribiendo que corrigiendo y revisando. Un autor con más experiencia, sabe que esa fase tiene que durar lo que tenga que durar, pero es una fase fundamental para generar algo de mejor calidad.
En todos los libros en los que he trabajado, esta fase me ha llevado más tiempo que escribir ese primer borrador. Sin ir más lejos, en El Método Lean MP, he corregido y revisado el texto hasta en cinco ocasiones, aportando un nuevo detalle, mejorando un párrafo, corrigiendo un typo, etc.
Un producto se prueba exhaustivamente antes de salir al mercado (eso es lo ideal y característica de lo más profesional), igualmente, un libro es leído por varios beta-readers o por un editor que se encarga de supervisarlo, es decir, están "probando" ni más ni menos que el texto que has escrito tiene la calidad suficiente como para que pueda atraer la atención de los lectores, que la estructura del libro es consistente, que no hay erratas argumentales, etc.
Por último, cuando ya se lanza el producto al mercado (sea un libro o no), comienza otra fase igual de importante que las anteriores, que es la de promoción y márketing (aunque esta actividad puede comenzar incluso antes de terminar el producto). Por si aún no lo sabes, sin promocionar y sin hacer campañas del tipo que sea, difícilmente tu producto funcionará.
Disfruto mucho escribiendo sobre temas que me gustan y sobre todo cuando les doy esa estructura (en forma de libro) pensando que puede ser de valor a muchas otras personas en cualquier parte del globo, pero no me gusta en absoluto esa imagen algo elitista y soberbia que se dan algunos autores que quizá por pensar que "son escritores", creen que pueden tener algo interesante que decir. Esta actitud me parece un poco infantil.
Para mí, escribir es devolver a la sociedad parte de lo que me da, pero también es desarrollar un activo que, si todo va bien, trabajará para mí hasta cuando esté durmiendo. Por tanto, huyo de esa imagen ingenua del escritor con cara seria, la cabeza llena de ideas y el ceño fruncido por su peso intelectual..., y cuando me comentan algo al respecto, siempre digo que no escribo libros, sino que desarrollo productos con forma de libro, algo que, además, me permite aprender, profundizar y reflexionar en auquellos temas sobre los que escribo.